martes, 5 de enero de 2010

Fantasía: “Caburé” (Rey de los Pajaritos) Con su poder magnético hipnotiza para echar vuelo a la imaginación.-, portador Galho Martins



“Espíritu de la naturaleza” - Leyenda de carnaval

Una mañana de verano mientras se despejaba una extraña bruma se vio salir en el horizonte, sobre las aguas del río, una bella mujer con aspecto indígena. El viento sopló y en el murmullo de los árboles se escuchó su nombre “Ara” (tiempo, día, luz). Su fulgor nos inundó y rodeada por inquietos Mainumbí (colibríes) nos dieron paso entre una frondosa vegetación, allí la luz se hizo más intensa…

“Yevi” un chamán (médico hechicero) -en compañía del Cuarahú- Yara. Pombero (duende travieso) -nos hizo partícipe de su ceremonia, y en el humo de su pipa se distinguieron Angatupyry (espíritu del bien) y Taú (espíritu del mal) que danzando y cantando arrastran a los integrantes y espectadores a vivenciar una experiencia mística.

Todo empezó cuando Ñamandu (el primero, el origen y principio) comenzó su proceso de auto creación y lo hizo a la manera de un vegetal; se afirmó sobre sus raíces (divinas plantas de los pies), extendió sus ramas (brazos con manos florecidas, dedos y uñas) luego construyó su copa (diadema de de flores y plumas-Yeguaka) y se irguió como árbol en postura celestial. Posteriormente llamó a otros dioses para que lo ayudaran en su tarea de creación del primer mundo sostenido sobre cinco palmeras (pindo sagradas). En este lugar llamado Yvy Tenonde (Tierra Primera) los hombres convivirían con los dioses, no habría enfermedades y no faltaría nunca el alimento.

Sin embargo, uno de los hombres trasgredió el tabú máximo: el incesto. Los dioses castigaron este acto con un diluvio (Mba’e-megua guasu) que destruyó esta primera tierra y se marcharon a vivir a una morada celestial.

Ñamandu decidió crear entonces una segunda morada llamada Yvy Pyahu (Tierra Nueva) donde en la actualidad existen las enfermedades, los dolores y los sufrimientos. Esta tarea de creación recayó también en Tupa (dios supremo de los guaraníes), que tiene por morada el sol, y la figura de Arasy (madre del cielo), cuya morada es la luna. Estos celebraron nupcias y descendieron en la tierra y allí comenzaron su mágico sueño de creación.

Tomaron un poco de arcilla, la mezclaron con diversos componentes dándole forma a unas estatuillas, las colocaron al sol para secarlas y quedaron dotadas de vida. Serían los primeros habitantes de la tierra, paraíso ideal. Tupa les dio muchos consejos para vivir en amor, y puso a su disposición todos los productos y seres de este nuevo paraíso para usar sin desperdicios.

Fue así que Caa Pora (espíritu de la selva) gran pulmón verde de la naturaleza les abrió un sendero y el aire puro se hizo notar. Yacy-Yatere (legado de la luna) logró que la vegetación se abriera en flor regalándoles el perfume de las mejores esencias naturales. El cielo se colmo de colores y el bullicioso y pintoresco canto de las aves anunció el arribo del Caburé (Rey de los pajaritos) que con su poder magnético e hipnótico los invitó a echar vuelo a la imaginación.




La vida en este paraíso no existiría sin el sustento principal, torrente de vida azul que inunda la tierra de belleza espiritual: agua pura. Custodiada por la enamorada de la luna Irupé (plato sobre el agua) y los amantes eternos Tarobá y Naipirí, que unen su amor cuando el sol dibuja sobre la bruma del agua un mágico arco iris.

Con amor y paciencia inagotable fue poblando la tierra, con seres únicos y magníficos. No conforme con lo hecho Tupa creó los seres de las aguas. Trenzó rayos de sol para darle vida a Pira yú (pez amarillo) la ilusión de los pescadores. Afiló una a una las garras del yaguareté (jaguar). Con retazos de líquenes vistió al yacaré. Así como también dio origen a carpinchos, cuatíes, monos y otros animales que el hombre aprendió a cazar y pescar.

Pero llegó un día, en que todo este paraíso se opacó…


Desde muy lejos descendieron los Karaieté (civilizado o europeo) cazadores sedientos de conquista mostrando sus espejitos de colores; engañosa belleza para la ingenuidad indígena, a los cuales subyugaron y esclavizaron sin piedad en nombre de la Fe y la corona real sin reparar el daño causado en la cultura y creencia de estas civilizaciones. Es que los indios cometieron el peor error; confundirlos con sus propios dioses, entregándoles todo lo que poseían; sus riquezas naturales: Avatí (el maíz), su tesoro dorado y Caranda-i (la doncella del girasol). También la mandioca, el zapallo, la yerba mate (regalo de los dioses), y todo aquello que la tierra les brindaba con el esfuerzo de su trabajo.

Poco a poco la naturaleza perdió su lugar y se afincó en los árboles que guardan su memoria natural…

En la actualidad esta pesadilla no parece terminar; llegaron los “nuevos conquistadores” cegados de ambición y codicia, al parecer, guiados por Aña (diablo), queriendo engañar con falsas promesas a la población actual, asentando sobre los ríos estos monstruos de celulosa que son tenebrosos fantasmas contaminadores del futuro de nuestros hijos.


Hoy, los oriundos de esta ciudad ya no son indios, pero llevan ese espíritu en su interior, que los convertirá en Yaguareté Avá (transformación del hombre en jaguar) en defensa de estos enemigos, y su grito se sentirá como el canto del Benteveo, que en la distancia se hace escuchar anunciando este mal augurio, que nos preocupa cada día más. Y veremos en nuestra pasista hechizada bajo el redoble del espíritu del tambor, un mágico ritual, el renacer de una nueva esperanza que concierne a toda la humanidad, para que tomemos conciencia y nos pongamos a reflexionar en cómo defender nuestros derechos, ya que todos somos…

“Espíritu de la naturaleza” en esta leyenda del carnaval.


Comparsa Ara Yevi
Club Tiro Federal de Gualeguaychú
Edición 2010

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